Ricardo Lafferriere | Miércoles 17 de julio de 2013
"Me
gustaría que nos pareciéramos a Alemania", expresó la presidenta Cristina
Fernández a Ángela Merkel en ocasión de su visita a ese país, en 2007.
No ha
sido ni es, sin embargo, el rumbo que ha impreso a la política energética de su
gobierno.
Entre
2002 y 2012, Alemania pasó de generar 100 Mgv/h de energía solar, a 32.000
Mgv/h. La Argentina se ha mantenido en ese período con una generación solar de
6 (seis) Megavatios/h.
Casualmente, el gran salto de generación solar en Alemania se dio
durante el mismo período en que, en la Argentina, gobernó la pareja Kirchner.
Alemania agregó nada más que con su parque generador solar el
equivalente a una Argentina y media: la capacidad generadora total de nuestro
país no llega a los 20.000 Mgv/h.
Las
causas del vuelco hacia fuentes primarias renovables en Alemania se produjo
luego de desechar las fuentes fósiles, por contaminantes y de la definitiva
proscripción de la energía atómica, luego del desastre de Fukushima, por
peligrosa.
A raíz
del impulso a la energía no convencional, el costo de producción de dicha
energía es hoy igual o inferior a la tradicional. Pero no sólo eso: como
consecuencia del tendido de redes inteligentes y la posibilidad de vender a la
red la energía generada por particulares y familias, gran parte de la
generación solar es hoy aportada por
paneles ubicados sobre las viviendas y parcelas de campos.
Millones de alemanes se han convertido en pequeños "empresarios
energéticos", fortaleciendo su economía y su sociedad y la solidez de su propia
democracia política.
Alemania está ubicada en una latitud equivalente a Tierra del Fuego. No
recibe la potente radiación del trópico, o de las zonas templadas -como podría
hacerlo la Argentina-.
Por
nuestro lado, acaba de ser entregado a la aventura, en la búsqueda de nuevas
rentas, parte del mega-yacimiento de "shale" de Vaca Muerta. Es el único
"proyecto estratégico" energético del país, en los diez años de reinado "K".
La
presidenta Kirchner ha dejado de preferir el ejemplo de Alemania. Prefiere
seguir el de Estados Unidos y de China. Pero a diferencia de ambos, uno por
motivos geopolíticos y otro por su rápido crecimiento industrial, en nuestro
caso tenemos opciones.
Técnicos y empresas, productores y familias, están en condiciones de
repetir el fenómeno revolucionario de los alemanes. Podríamos ser Alemania. No
lo seremos, pero a pesar del sueño oficialista, tampoco seremos Estados Unidos
ni China: nos pareceremos más bien a los regímenes autoritarios de Medio
Oriente o Venezuela.
No
por sus pueblos, sino por su funcionamiento político. Las rentas fáciles
extraídas al subsuelo -es decir a nuestro futuro, al de nuestros hijos y
nietos- pueden terminar financiando regímenes de tiranuelos corruptos,
democracias débiles y derechos humanos inexistentes. Como lo hemos sufrido en
esta última década.
Pero
nada es tan grave como el impulso adicional al calentamiento global que implica
volcar a la atmósfera el petróleo profundo, el del Shale y el "pre-sal". En
lugar de asumirnos como militantes de la vida y de la preservación ambiental,
nos sumaremos a la legión de los repudiados contaminadores globales.
Es
realmente triste la imagen de YPF entregando a Chevrón 395 kilómetros cuadrados
de territorio para destrozar su subsuelo mediante el "fraking". Lo es por su
significado: el primer paso de un proceso que, una vez instalados los
mega-intereses petroleros, será difícil detener.
Empezamos un camino profundamente equivocado, resultado de la
desesperación por las consecuencias de una década de ausencia de reflexión
estratégica. Esas consecuencias no las sufrirá el kirchnerismo, experiencia
política que está en su final. Lo sufrirán -lo sufriremos- los argentinos, que
deberemos lidiar con sus consecuencias ecológicas, geológicas, económicas y
políticas.
La
impostura de la "nacionalización" de YPF queda así al desnudo, al igual que la
ingenuidad de los que repartían banderitas argentinas sumados a la murga.
Una
nueva oportunidad perdida. Una nueva herencia maldita de una década que en los
tiempos será recordada en color negro.
Ricardo Lafferriere
TEMAS RELACIONADOS: