Mario Barletta | Miércoles 03 de julio de 2013
Al conmemorarse el 80 aniversario de su fallecimiento
Pertenece al linaje de los hombres que con su conducta le
otorgaron dignidad a la política. Fue un dirigente, un líder y un caudillo,
pero por sobre todas las cosas fue un gran hombre, un hombre convencido de que
la política merecía ese nombre, si apuntaba a fines trascendentes.
Convencía con la palabra y el ejemplo; la palabra sobria,
medida y justa y el ejemplo austero. Nunca habló en público. Fue el único
caudillo en la historia del siglo veinte que ganó el corazón del pueblo con el
silencio. Nunca habló en público, pero los que lo conocieron ponderaban sus
convicciones, sus certezas, esa pasión serena, esa singular manera de vivir el
destino de la patria.
Padeció injurias y agravios que nunca respondió. Sabía que
el tribunal de la historia iba a pronunciar el veredicto definitivo. Como los
grandes hombres de la patria Hipólito Yrigoyen hoy es de todos. Son muy pocos
los políticos que lograron trascender las fronteras de su partido para
instalarse en la memoria y en el corazón del pueblo. Hipólito Yrigoyen es uno
de ellos. Muerto recibió la honra de la historia; en vida conoció el amor de su
pueblo. Fue el primer político del siglo veinte que despertó pasiones nobles en
las clases populares. Criollos e inmigrantes, pobres y clases medias,
trabajadores del campo y la ciudad, empresarios y funcionarios, lo reconocieron
y lo respetaron. Pero los que lo amaron con más pasión y lealtad fueron los
postergados, los excluidos, las víctimas del privilegio nacional y extranjero.
Los payadores le dedicaron sus mejores coplas. Homero Manzi
lo recuerda en milongas memorables. Borges y Jauretche creyeron en él.
Político realista, conocía el poder, pero nunca lo usó con
fines subalternos. Mucho menos para vengarse o enriquecerse. Para Yrigoyen "la
causa" era un programa y una misión. Cuando todos hablaban de guerra él habló
de paz; cuando todos se postraban ante el becerro de oro él reivindicó los
principios. Fue el primer jefe de estado que habló del honor nacional "Los
hombres son sagrados para los hombre y los pueblos son sagrados para los
pueblos", dijo; ... y si hubiera sido escuchado el destino del mundo en el siglo
veinte seguramente habría sido otro.
Siempre sintió mas hondo y vio más lejos. Defendió la
universidad pública y alentó la rebelión juvenil porque creyó en el destino de
la juventud estudiosa. Protegió el petróleo y defendió los derechos de los
arrendatarios. Fue el primer presidente que recibió a los obreros en su despacho.
Y fue el primer presidente víctima del golpe de estado propiciado por quienes
no se resignaron a aceptar que su tiempo histórico había concluido.
Murió lejos del poder pero metido muy hondo en el corazón de
la gente. Sus enemigos lo atacaron con los adjetivos más duros, pero nadie
durante su presidencia tuvo miedo por su vida o por su patrimonio. Llegó al
poder en 1916 con una fortuna discreta y cuando lo dejó en 1930 era pobre. Una
multitud salió a la calle a despedirlo el día de su muerte. Nunca nadie había
visto tanta gente llorando con tanto desconsuelo. El poeta Raúl González Tuñón
lo expresó con palabras bellas y certeras: "Un pueblo lo lloraba y cuando un
pueblo llora que nadie diga nada porque todo está dicho"
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