Vicente Battista | Domingo 30 de junio de 2013
El crimen de Ángeles Rawson ha ocupado la desaforada
atención de un gran número de diarios y de revistas, de programas de radio y de
TV. El 28 de julio de 1841 Nueva York fue testigo de un asesinato de similares
características, ampliamente difundido por la prensa de la época. Ese homicidio
fue la razón de ser de uno de los célebres cuentos de Edgar Allan Poe; así
sucedieron los hechos.
El 28 de diciembre de 1841, el Graham`s Lady`s and
Gentleman`s Magazine, un mensuario de Filadelfia, publicó Los crímenes de la
calle Morgue, el cuento con el que Edgar Allan Poe inauguraría el género
policial en la literatura. Poe entonces era el editor de la revista y
seguramente, aunque hombre de imaginación superlativa, jamás habrá imaginado
que el chevalier A. Dupin, personaje que acababa de inventar y que sólo
protagonizaría otros dos cuentos -"El misterio de Marie Rogêt" y "La carta
robada"- iba a ser el arquetipo de los
grandes detectives de ficción: fue el precursor de Sherlock Holmes y de Hercule
Poirot y a partir de ellos de todos los investigadores privados que pueblan la
literatura policial.
En palabras de Julio Cortázar quien, dicho sea de paso,
tradujo toda la narrativa de Poe, "El crimen de la calle Morgue" "figura en
casi todas las listas de los-diez-cuentos-que-uno-se-llevaría-a-la-isla-desierta.
La combinación felicísima -salvo para paladares demasiado delicados- de
folletín truculento y frío ensayo analítico es de los que atacan al lector con
fuegos cruzados". "La carta robada" tuvo parecida suerte: Jacques Lacan le
dedicó uno de sus célebres seminarios. En cambio, El misterio de Marie Rogêt no
gozó de la misma fortuna; como también apunta Cortázar: "este cuento ha
merecido todos los reparos que se hacen a Los crímenes de la calle Morgue, sin
ninguno de sus elogios."
Tal vez la razón de ese desaliento se encuentre en la
estructura interna del relato: C. Auguste Dupin, en esta oportunidad, por
encima de la resolución del enigma mantiene una diatriba con ciertos modos del
periodismo. El cuento, como bien se
sabe, parte de un hecho real: el 28 de julio de 1841 apareció el cuerpo de una
mujer flotando en el río Hudson, de inmediato se supo que había sido asesinada
y que se trataba de Mary Cecilia Rogers, una adolescente de no más de 20 años.
Los diarios de Nueva York le prestaron fervorosa atención a ese crimen y muy
pronto se convirtió en la noticia del momento. Poe, articulando un agudo juego
entre autor-personaje-lector, por medio del relato del anónimo amigo y narrador
de Dupin lo presenta de este modo: "Los extraordinarios detalles que me toca
dar a conocer constituyen, por lo que se refiere al tiempo, la rama principal
de una serie de coincidencias apenas comprensibles, cuya rama secundaria o
final reconocerán todos los lectores en el reciente asesinato de Mary Cecilia
Rogers, en Nueva York (...) El hecho ocurrió unos dos años después, de las
atrocidades de la rue Morgue. Marie, cuyo nombre y apellido llamarán
inmediatamente la atención por su parecido con los de la infortunada vendedora
de cigarros de Nueva York".
Como se advierte, hace
mención al anterior caso resuelto por Dupin y admite las coincidencias que hay
entre Mary Cecilia Rogers y Marie Rogêt: el cadáver de Mary apareció flotando
en el Hudson, el de Marie flotando en el Sena, ambas con nombres parecidos.
Hábilmente, mezcla realidad y ficción, mecánica que desarrollará a lo largo del
cuento: "La atrocidad del crimen (pues desde un principio fue evidente que se
trataba de un crimen), la juventud y hermosura de la víctima y, sobre todo, su
pasada notoriedad, conspiraron para producir una intensa conmoción en los
espíritus de los sensibles parisienses. No recuerdo ningún caso similar que
haya provocado efecto tan general y profundo. Durante varias semanas la
discusión del absorbente tema hizo incluso olvidar los temas políticos del
momento".
C. Auguste Dupin,
según puntualiza su narrador anónimo, analiza las notas que en torno al crimen
de Marie Rogêt han publicado diferentes periódicos de París, refuta las
mentiras y falsos supuestos de cada una de ellas -"Debemos tener en cuenta que,
en general, nuestros periódicos se proponen fines sensacionalistas y triunfos
personales mucho más que servir la causa de la verdad"- y, finalmente, resuelve
el caso. Lo notable es que las notas periodísticas incluidas en el cuento no
son una invención de Poe sino la copia textual de las notas reales que en torno
al crimen de Mary Cecilia Rogers habían publicado los diarios y revistas
estadounidenses.
Poe se limitó a cambiar los nombres: Brothar Jonhatan pasó a
ser L`Etolie, Journal of Commerce se convirtió en Le Commerciel, Saturday
Evening Post fue Le Soleil, The Commercial Advertiser se transformó en Le
Moniteur, The Herald en Le Mercure y The Standerd en La Diligence. En las
páginas finales del cuento, el chevalier Auguste Dupin sugiere quién es el
asesino de Marie Rogêt. Cuando la policía de Nueva York resolvió el asesinato
de Mary Cecilia Rogers advirtió, con cierto estupor, que coincidía con lo propuesto
por Poe, una tesis diametralmente opuesta a la sugerida por la prensa a lo
largo de la investigación. No es casual que en un momento Dupin diga: "Pues
cabe pensar que es una lástima que su redactor no haya nacido loro, en cuyo
caso hubiera sido el más ilustre de su raza. Se ha limitado a repetir los
distintos puntos de las publicaciones ajenas, escogiéndolos con laudable
esfuerzo de uno y otro diario."
En estos días en que el crimen de Ángeles Rawson ocupa la
atención de todos los medios, muchísimos loros parlantes se han convertido en
cuervos depredadores.
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