Carlos Marín | Viernes 28 de junio de 2013
La participación del movimiento obrero en los partidos
políticos ha declinado desde 1945, momento en el que, con el peronismo, cobró
un protagonismo inexpugnable. Los años de proscripción de Perón, sumados a la
dictadura cívico militar y al neoliberalismo de la década del 90, han debilitado
su compromiso, relegándolo a intereses individuales de dirigentes poco
consustanciados con el movimiento.
El movimiento obrero, desde 1945 hasta el presente, ha ido
declinando su participación en las listas de los distintos partidos políticos.
El ariete principal para ello fue el peronismo y desde allí
se empezó a esgrimir como una suerte de pacto "inexpugnable", que siendo la
representación de los trabajadores la columna vertebral del Movimiento
Nacional, el 33% de las candidaturas, como mínimo, debían ser de ese estamento.
Sin embargo, ello ocurrió solamente en 1949 y 1974. A partir
de 1983 esa intervención consustanciada de la representación obrera fue en
declive y en dispersión.
Ello no responde a una casualidad, ni a una cuestión
ahistórica o caprichosa.
Por el contrario, tiene su raíz en el devenir histórico,
político y social.
Como expresaba en el acápite de esta nota, la aparición del
peronismo como eje principal de un movimiento nacional engendró una emergente y
poderosa clase trabajadora que se identificó con esa "nueva" formación
política.
Tal es así que se constituyó en su "columna vertebral" y
motor de una sociedad que se desarrollaba en clave nacional.
El golpe de estado de 1955 elimina la posibilidad de
participación electoral del peronismo y el aparato político, prácticamente, es
reemplazado por la acción sindical como eje fundamental de la resistencia hasta
la vuelta de Perón en la década del ´70.
La consustanciación entre movimiento nacional y movimiento
obrero seguía firme y fuerte, aunque la aparición del vandorismo era ya un
llamado de alerta como señal de quiebre -no profunda en ese momento- a esa
relación "homogénea".
Las luchas sindicales previas a la vuelta de Perón que
hicieron posible su regreso dieron como resultado en 1974 el número mágico de
33% para la representación de los trabajadores en las listas de candidatos que
encarnaba el FRE.JU.LI como aparato electoral del movimiento nacional.
A partir de 1975, Rodrigazo mediante, la derecha liberal
empieza a hacer mella en el proyecto nacional y esa homogeneidad entre proyecto
y movimiento obrero comienza a resquebrajarse en términos de incipiente
cooptación de cierta dirigencia sindical por la ideología neoliberal, que entre
sus consecuencias "legitimaba" el individualismo político, así como las
ambiciones egoístas y personales materiales fuera, obviamente, de toda
concepción y construcción colectiva.
Esta cooptación se profundiza con la llegada de la dictadura
cívico militar la que produce -resultado del asesinato y desaparición de miles
de trabajadores representativos de sus compañeros en cualquiera de sus niveles-
un verdadero redireccionamiento del sindicalismo argentino logrando un quiebre
efectivo de la consustanciación que tenía el movimiento obrero argentino con un
proyecto nacional y popular.
A partir de 1983, esa falta real de un proyecto nacional
hizo, en definitiva, que los trabajadores en democracia no tuvieran una
participación tan importante en las listas como lo había sido en las etapas
democráticas anteriores (´45, ´49 y ´74).
No solo se resquebraja esa consustanciación, sino que se
produce una dispersión ideológica con importante penetración liberal, lo que se
tradujo en la década del ´90 -
simplificando la ecuación - en el sindicalismo de servicios con profunda
ascendencia empresaria, que se identifica, fundamentalmente, con el sector
llamado, posteriormente, los "Gordos", profundización histórica del vandorismo.
Por supuesto que el sindicalismo argentino también tuvo
representantes de la línea histórica con aspiraciones a un proyecto nacional y
fueron los que, conjuntamente, con los movimientos sociales quienes llevaron la
bandera de la resistencia al neoliberalismo noventista.
Pero esa dispersión y contradicción dio como resultado que
en los noventa el declive de la participación de los trabajadores en las listas
fuese sustancial.
A partir del 2003, con la aparición de un proyecto nacional
el movimiento obrero fue convocado a la participación política y tuvo en cierta
medida su correlato, sin embargo la profunda disección que hizo la dictadura
cívico militar con la eliminación física y la derrota cultural de los ´90 logró
hacer una profunda mella en la dirigencia sindical a tal punto que, a pesar de
una década ganada para los trabajadores, el individualismo y la falta real de
una concepción colectiva homogénea no han logrado a hoy la consustanciación
entre movimiento nacional y movimiento obrero de otrora.
Subsiste en muchos dirigentes sindicales la cultura de "el
fin -individual, egoísta teniendo a la política como fin- justifica lo medios"
enraizada en los 90 y propugnada por la dictadura, lo que sigue produciendo
profundas dispersiones y distorsiones.
Solamente así se entiende que Gerónimo Venegas esté, por un
lado, con la constitución de su partido quien no logró alianza alguna, aliado a
las patronales del campo. Que Daer se proponga, sin pasar por la orgánica, como
candidato a diputado de una derecha que pretende ser "lavada" encarnada por
Sergio Massa. Que Daniel Amoroso Secretario General de Aleara sea candidato del
PRO o, la curiosidad más grande, por todo el respeto que me merece su
trayectoria, que Omar Plaini sea segundo candidato a diputado de la derecha
neoliberal dura con raíz menemista que encabeza Francisco De Narváez, como
alguno de los ejemplos de la disrupción que logró el neoliberalismo en el
movimiento obrero.
Así y todo, el proyecto nacional encarnado en el FPV es el
que más representación de los trabajadores tiene, aunque no deja de ser escasa.
Solo un debate fuerte y comprometido, así como la renovación
de determinados cuadros sindicales producto de la participación de esta nueva
camada de 5.000.000 de trabajadores incorporados a la estructura ocupacional
del país en esta década, podrá dar nuevamente la consustanciación entre
movimiento nacional y movimiento obrero con la cual traducir ello en
participación política formal y en la transformación nacional imparable que se
necesita.
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