Stella Calloni | Miércoles 12 de junio de 2013
La flamante Alianza del Pacífico, junto a la propuesta
colombinada para integrar la OTAN, buscan retroceder en la integración regional
soberana e independiente alcanzada en la última década. Por el contrario, su
único objetivo parece ser profundizar los caminos hacia el decadente
neoliberalismo del siglo XXI.
La integración sudamericana, que continúa avanzando por
sobre las especulaciones de los cuarteles mediáticos y los proyectos
geoestratégicos del poder hegemónico imperial, enfrenta en estos momentos otra
amenaza, que es necesario analizar desde diversos ángulos: la renovada Alianza
del Pacífico.
A esto hay que añadir la propuesta colombiana para integrar
la Alianza del Atlántico Norte (OTAN en sus siglas en inglés) que se enfrenta
al proyecto integrador emancipatorio de América Latina y el Caribe, donde
privan ideas básicas: la construcción de un sistema de defensa conjunta en
función de las necesidades defensiva de la región, la implementación del Banco
del Sur para desestructurar la dependencia, la decisión de los países de la
Unión de Naciones Suramericanas de constituir
a ésta en un territorio de paz y lograr responder definitivamente y con
armas a la desesperada demanda social de nuestros pueblos. Un proyecto
antihegemónico que necesita de tiempos y voluntades.
La OTAN nada tiene que hacer en nuestra región cuando se ha
convetido en un gendarme de intervención mundial que, a su vez, maneja
ejércitos privados (mercenarios) para comenzar sus acciones bélicas.
Algo realmente grave si se advierte la tragedia del retorno
de guerras coloniales que están sacudiendo otras regiones del mundo en estos
momentos y que han llevado a Europa a una crisis inconcebible en el siglo XXI,
vía gobiernos que deciden a espaldas de sus pueblos, llevando a sus tropas a
combatir en guerras ajenas, con gastos millonarios en armamentos y convirtiendo
a sus tropas en conquistadores de territorios para otros. Eso es lo que está
sucediendo.
La VII Cumbre de la Alianza del Pacífico realizada en Cali a
principios de junio, con la participación de México, Colombia Chile y Perú,
incorporó en este caso a Costa Rica, mientras asisten como observadores España,
Canadá, Panamá, Guatemala y Uruguay.
La intervención del presidente de Colombia Juan José Santos,
si bien no fue del todo sorpresiva porque, de hecho, siempre aparecía en el
proceso de integración jugando a dos bandos, aunque más contenido, hablando en
este caso sobre el nuevo "motor" de la economía regional, no es sino
la decisión de ir a fondo en un proceso enmarcado en lo que fuera el Área de
Libre Comercio para las Américas (ALCA), un proyecto recolonizador por
excelencia, dignamente rechazado por los integrantes del Mercado Común del Sur
y Venezuela en noviembre de 2005, en Mar del Plata. Lo que la Alianza del
Pacífico plantea es profundizar los caminos hacia el decadente neoliberalismo
del siglo XXI.
Esto implica un enorme retroceso para los pueblos de los países que conforman esa Alianza, que no
responde a los intereses estratégicos regionales, sino a los imperiales de
turno.
Si algunos países pequeños creen encontrar una salida, el
espejo del futuro muestra que esto solo puede llevar a resolver asimetrías vía
la subordinación de los pequeños, y también de los grandes. Cualquier proyecto
emancipatorio queda relegado en estos planes, ya que no se trata de cumplir con
la idea de una independencia definitiva, que no solo libera a la región
auténticamente, sino que la fortalece en cualquier negociación.
Esto sin hablar de las demandas sociales, en las que jamás
pensaron los equipos del Libre Mercado, como ya se vio en los años 90, o como
se está viendo hoy en la Unión Europea (UE).
"La tarea del corto plazo, implica la liberación del 90 por
ciento de aranceles en forma poco discriminada, permitiendo crear un 'mercado'
de más de 216 millones de personas sin incluir los observadores, con una
tendencia a la desregulación estatal en sectores
estratégicos de tipo agrícola o en los recursos naturales; un retorno al
proceso de reestructuración neoliberal que tomó fuerz desde la década de los 70 a los 90 (época
dorada de los Chicago Boys), propuesto
como alternativa al cepalismo (Cepal) de (Raúl) Prebisch acusado de 'proteccionista' bajo el modelo de
industrialización por sustitución de importaciones".
Así lo define ATTAC (Asociación por la Tasación de las
Transacciones Financieras y por la Acción Ciudadana), en un análisis
recientemente publicado.
Para esta organización, aquella Cumbre de Cali coincidía con
"el papel activo de América Latina, en la agenda económica para el segundo
período del gobierno de Barack Obama".
No pueden olvidarse ni las recientes palabras del secretario
de Estado John Kerry sugiriendo ante el Congreso de Estados Unidos que América
Latina es el patio trasero, ni su aseveración sobre la necesidad de un
acercamiento "vigoroso" con la región. Este vigor no es para ayudar a los
latinoamericanos, sino para proteger los intereses norteamericanos y establecer un control regional a todas
vistas recolonizador.
Si hay quienes no pueden festejar esta Alianza del Pacífico
son los pueblos de los países que la conforman, por lo menos en nuestra región.
¿Volver a los 90? Una tragedia social, política y económica.
La única oferta que está mirando hacia un futuro justo y
digno para los pueblos de América Latina y realmente independiente, es la que
se plantea desde sus diversos planos la integración como el Alba, el Mercosur, UNASUR y el proyecto más complejo y completo que es
la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) que nació como tal
en Caracas, bajo la presidencia de Hugo Chávez Frías, el fallecido mandatario,
motor de la estrategia liberadora.
En este renovado nuevo proyecto recolonizador de Estados
Unidos se inscriben las recientes visitas de
Barack Obama a México y Centroamérica y otras que se propone en tiempos
cercanos.
En el libro Inteligencia Estratégica para la Política
Mundial Latinoamericana (1949), el escritor
Sherman Kent advertía sobre algo que hoy es una realidad: "La guerra no
siempre es convencional: en efecto, una gran parte de la guerra, de las remotas
y las más próximas, ha sido siempre realizada
con armas no convencionales".
Se refería al tipo de guerra en la cual vía la política (en estos días también
bajo el virtual terrorismo mediático que se aplica contra nuestros países) y la
vía económica, una verdadera guerra actualizada en estos tiempos, en que América
Latina toma, o intenta hacerlo, el control real de sus recursos y sus Estados.
Es parte de la ofensiva que en este momento despliega Estados Unidos contra
Venezuela y la región tratando de fragmentar el verdadero proyecto unitario y
aislar a los gobiernos regionales. Es una ofensiva tan guerrera como la que hoy
están aplicando sobre Venezuela.
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