Ernesto Sanz | Sábado 25 de mayo de 2013
Década infame, década perdida, ahora década ganada. Cuando
miramos la historia caemos en la tentación de fraccionar décadas y ponerle
rótulos. El kirchnerismo no ha sido la excepción, a días de cumplirse el décimo
aniversario en el poder, ha instalado su propio slogan, la "Década
Ganada."
Más allá de las frases, es una buena oportunidad para mirar
el pasado reciente, buscar explicaciones y aprender de los aciertos y los
errores que hemos tenido como sociedad estos años.
Haciendo hincapié en el desempeño económico, es necesario
referenciar que el modelo econó ;mico tuvo su inicio un año y medio
antes de la llegada del kirchnerismo a la Casa Rosada.
Allí se pautaron los cuatro pilares fundamentales sobre los
cuales se erigió el modelo que heredó Néstor Kirchner en mayo de 2003:
superávit fiscal y comercial (los famosos superávits gemelos), tipo de cambio
competitivo y baja inflación.
Este marco económico encontró el mejor contexto
internacional que haya experimentado Latinoamérica en su historia.
Durante esta década, los términos de intercambio favorables,
la demanda extendida de productos de base agropecuaria y la disponibilidad de
crédito a muy bajo costo le dieron a la región una oportunidad histórica para
saldar deudas sociales y sentar las bases para el desarrollo genuino de sus
pueblos. Aquel modelo tuvo un éxito inicial que perduró hasta 2007. Fue
entonces que de a uno se fueron perdiendo esos pilares.
Primero apareció la inflación, tiempo después el deterioro
de las cuentas públicas y el fin de los superávits gemelos, hace un par de años
el tipo de cambio comenzó una espiral de deterioro y perdimos competitividad y
más recientemente, se deterioraron los índices de empleo; mientras el modelo
original creó millones de puestos de trabajo, hoy se pierden empleos a lo largo
y ancho del país.
La década, más allá de si ganada o perdida, ha tenido
claramente dos momentos. Uno, con indicadores económicos positivos, baja
conflictividad social y buen relacionamiento externo de la Argentina con sus países
vecinos y el mundo.
En el período 2003-2007, el balance es positivo, aún cuando
por entonces el kirchnerismo dejaba ver su naturaleza autoritaria con la
primera reforma del Consejo de la Magistratura y la acumulaci&oacu te;n de
facultades delegadas por un Congreso con mayoría adepta. Otra fue la historia a
partir de 2007. Desde entonces, el Kirchnerismo se enfrenta a un karma que no
puede, no quiere o no sabe resolver y que ha minado la esencia del modelo: la
inflación.
El deterioro que mostró la economía ante la inflación sacó a
la luz el kirchnerismo en estado natural. La sujeción de las provincias y la
concentración de poder, en primera instancia político, luego también mediático
y ahora judicial fue una combinación perversa junto a la aparición de una
mística oficialista que reduce la historia, el presente y el futuro a la propia
supervivencia.
Así, desde la política el gobierno creó las condiciones para
que la economía se enfriara lentamente, cayera la inversión y se fugaran
millones de dólares. Así, la ambición de poder, el "vamos por todo",
el asalto a las cajas de la
Anses y al Banco Central, alejó al modelo político del modelo
económico.
El virtuosismo inicial del modelo económico se diluyó en un
modelo político populista y conservador, motivado sólo por la perpetuidad en el
poder.
Entonces, aparecieron las manifestaciones de la ineficiencia
y la corrupción de ese modelo político: primero en Once, después en las
inundaciones de Buenos Aires y La
Plata se pusieron en evidencia las consecuencias de un
gobierno de funcionarios tan poderosos como ineficaces y un Estado que mantiene
el descontrol, la desinversión y la ineficiencia de los ?90.
La profundización de un perfil político autoritario,
concentrador y populista también ahondó las distancias entre el modelo
argentino y el de sus vecinos. Se profundizaron las diferencias en el marco del
Mercosur y nuestro país pas& oacute; a liderar los rankings regionales de
inflación, mientras que quedó en lejos de los países que más crecieron en los
últimos años.
Titular desde el fanatismo oficialista u opositor a esta
década pasada, no parece ser adecuado. No creo que la Argentina haya ganado
mucho, hay en los últimos años un proceso de deterioro político y social
alarmante y un retroceso en materia de economías regionales, solvencia
económica, tolerancia y convivencia democrática.
Cuando miramos a los países vecinos, cuando sopesamos los
logros con las oportunidades notamos que podríamos estar mucho mejor. La Argentina de hoy se
enfrenta a los problemas de siempre: inflación, inseguridad y desempleo. Da la
sensación de que el país vive ciclos, y esta década no ha sido la excepción,
hubo un inicio para la ilusión y estamos en un final de desenc anto: al fin y
al cabo, no hemos ganado ni perdido nada, Argentina desaprovechó otra
oportunidad.
Ernesto Sanz,
Senador nacional por el radicalismo de Mendoza.
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