Carlos Marín | Viernes 03 de mayo de 2013
La conmemoración del Día Internacional del Trabajador y el
inicio de las Madres de Plaza de Mayo no solo comparten fecha, sino también el
compromiso, la lucha incansable por un mundo justo y medidas de fuerza
innovadoras que marcaron un antes y un después.
Uno no cree en las casualidades y la historia se empeña en
poner hitos que, si bien parecieran no tener a simple vista hilos conductores,
tienen relaciones "insospechadas" que parecieran ser (no ser) "casuales".
Por un lado, el "nacimiento" de lo que hoy es toda una
organización como son las Madres de Plaza de Mayo data de un 30 de abril, en
vísperas del Día Internacional del Trabajador.
Los puntos de contacto entre la lucha de 36 años de nuestras
"Madres" con las del movimiento obrero son muchos y no solamente los une una
correlación de fechas.
En ese sentido, más de la mitad de los que fueron
denominados "detenidos-desaparecidos" eran militantes o activistas sindicales,
delegados de fábricas o integrantes de comisiones gremiales internas, así como
dirigentes sindicales. Ello implica que esas Madres salieron a reclamar por sus
"hijos" que integraban en gran medida ese movimiento obrero que pretendía una
sociedad igualitaria, democrática y, por supuesto, con justicia social.
Pero ese correlato no termina allí: los trabajadores
desaparecidos y aquellos por los cuales se conmemora el Día Internacional del
Trabajador dieron su vida por las causas sociales que encaminan a una sociedad
a la idea de la igualdad, mientras que las Madres pusieron en riesgo sus vidas
por recuperar no solo a sus hijos, sino a la conciencia social que ellos
representaban.
¿Y cómo lo hicieron?
Llevando adelante -entre muchas acciones- una de las más
innovadoras "medidas de fuerza" de la historia social argentina.
Porque las rondas de Plaza de Mayo, tienen todas las
características de las medidas de fuerza sindicales: a) hacerse ver; b) exponer
el reclamo; c) causar "daño".
Lo hicieron con una paciencia "china", porque el "daño" fue
ir como oradando la piedra con una persistente gota de agua y con una valentía
insospechada, tal como los "mártires de Chicago" que, ante un capitalismo
ascendente y sin oposición, jugaron sus vidas para conseguir algo que hoy nos
parece una zoncera, la jornada de trabajo de ocho horas.
La línea histórica cruza la lucha de los trabajadores por la
jornada de trabajo, con esa simpleza y con esa crueldad, con los detenidos
desaparecidos, el movimiento obrero y las Madres de Plaza de Mayo.
Pero el valor y la enseñanza que han dejado la Madres a todo
movimiento social y sindical es: 1)que la perseverancia en las causas justas es
esencial y que 2) la justicia por mano propia degenera cualquier reclamo por
más justo que sea. Todas las vías de reclamo son conducentes y consistentes,
pero hay un valor supremo que es que: "el fin no justifica los medios". Ni las
madres, ni las abuelas han promovido nunca -a pesar del oprobio que han
sufrido- algo distinto que no haya sido el juicio y castigo a los culpables,
utilizando para ello todos los métodos a sus alcance dentro del marco
democrático, inclusive y paradojalmente, también en dictadura.
Reclamaron, utilizaron en la medida de lo posible los medios
de comunicación, realizaron marchas, rondas, vociferaron, debatieron, fueron en
algunos momentos casa por casa. En fin, usaron todos los medios legales a su
alcance.
Ha sido en todos estos 36 años un ejemplo de cómo llevar
adelante un "conflicto".
Si en cuanto a accionar se refiere, sería de importancia
trascendental para el movimiento obrero estudiar empírica, antropológica y
sociológicamente como las Madres de Plaza de Mayo han desarrollado su lucha a
través del tiempo y podremos concluir que tiene todas la virtudes de un
"sindicalismo puro".
Las Madres fueron "paridas", en ese sentido, por sus propios
hijos en tanto no en vano muchos de esos detenidos-desaparecidos provenían del
movimiento obrero y se realimentaron en su forma de lucha, tomándolos como
ejemplo ético y moral.
Madres de la Plaza, la clase trabajadora las abraza.
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