Carlos Marín | Martes 23 de abril de 2013
El veredicto que se dio en el caso Mariano Ferreyra tiene
una profundidad más que trascendente, porque es cierto que se condenó por
primera vez en la Argentina a un dirigente sindical, señalado muchas veces como
miembro de la burocracia y de una patología denominada sindicalismo empresario.
Porque también es cierto que se condenó a una metodología
laboral perversa, como las tercerizaciones; otros auscultarán en la relación
sindicalismo, barrasbravas y complicidad de las fuerzas de seguridad.
Seguramente, hay mucho, mucho para ahondar en esos tópicos.
La causa Mariano Ferreyra, el asesinato de un militante, se
convirtió, para quien escribe este artículo, en el juzgamiento y condena de la
aplicación de las políticas neoliberales que ensombrecieron a nuestro país y
que de manos -no dicho explícitamente- de las marchas como las del 8N y 18A
quieren volver.
Todo el proceso judicial es una cruel descripción de cómo ha
concebido y concibe el neoliberalismo la política laboral en la Argentina.
La década de '90 profundizó de tal manera la "Revolución
Conservadora" en la Argentina que dejó estructuras muy difíciles de derrumbar.
Con algunas este gobierno pudo avanzar, fuertemente, como en
el caso de la Seguridad Social y la eliminación de la Ley Banelco.
Con otras pudo avanzar más a su debido tiempo y
cautelosamente, como con YPF.
Con otras tuvo "derrotas", pírricas derrotas, pero derrotas
al fin, como la 125.
En el caso del transporte y, fundamentalmente, del
transporte ferroviario, la rémora de los 90 aún está allí, como un puñal
clavado, al que hay que cuidar de sacarlo de repente para no desangrarse, pero
en ese "cuidado" está el recuerdo constante de las políticas ejecutadas en una
era nefasta del país que complementó el peor de los procesos políticos.
Puesto que, a pesar de las muertes, de los fusilamientos y
de los compañeros desaparecidos, ese proceso político no pudo implementar lo
que sí hicieron Menem y Duhalde.
Las políticas liberales y, esencialmente, las políticas
laborales de los 90 se encuentran resumidas en aquellas que fueron ejecutándose
en el transporte ferroviario:
-Primero privatización y expulsión de más del 70 % de los
trabajadores de la empresa.
-Concesión de la empresa en manos privadas; posteriormente,
aplicación de contratos de obra y de servicios; "promoción" para la creación de
cooperativas de trabajo de los mismos trabajadores despedidos, las que se
financiaron con las propias indemnizaciones; flexibilización de los contratos
de trabajo mediante los contratos basura y renegociación de los convenios
colectivos de trabajo de actividad por convenios colectivos de trabajo de
empresa, a la baja, por supuesto.
Para ello se necesito de una pata sindical, que una vez
vencida, -desgraciadamente la sociedad acompañaba- que actuara como maestro de
ceremonias del "nuevo" escenario y se presentara a la comunidad como un
sindicalismo modernizado que, más que conquistas laborales, debería dar
servicios.
Un sindicalismo que terminó siendo, totalmente, cooptado con
la posibilidad de tener sus propias empresas en el rubro "jubilación" y en el
rubro "accidentes de trabajo".
Sin embargo, la vorágine, no terminó allí y si los
sindicatos podían "brindar" ese tipo de servicios, como no hacerlo en la propia
actividad.
Desgraciadamente, la Unión Ferroviaria, como algunos otros
sindicatos cayeron en esta tentación -pareciera ser que en algunos casos la
lógica fue: "si no puedes vencerlos únete a ellos" porque nobleza obliga hay
que recordar que la Unión Ferroviaria -esa que se dio por vencida- encabezó una
huelga de más de 45 días que terminó con la, tristemente, célebre bravata
"ramal que para, ramal que cierra".
Y ante ello la entidad sindical, pero fundamentalmente sus
dirigentes, fueron desnaturalizando su razón de ser para convertirse en
empresarios, con un Estado que a la vez que se desligaba de sus obligaciones,
engendraba un sistema perverso de relaciones comerciales y laborales, como
nunca antes se vio en la Argentina.
Sí, ese sistema fue engendrando todos los métodos de
flexibilización, teniendo como estandarte las tercerizaciones, con el objeto de
reducir aún más los costos; de soslayar cualquier tipo de responsabilidad en
cabeza de las empresas concesionarias; dividir a sabiendas el colectivo de
trabajadores, sacándolos de su identidad laboral, para autonomizarlos por vía
de la creación de cooperativas de trabajo ilegales, con anuencia explícita de
alguna de las más importantes estructuras sindicales.
El juicio que terminó con la condena de José Pedraza, el
"Gallego" Fernández, Favale; miembros de las fuerzas de seguridad y otros
estratos, no fue "simplemente, una condena por el homicidio de un militante de
la vida; fue una condena en contra de las políticas neoliberales que reinaron
en nuestro país y que de una manera u otra-más directa como esta- siempre
trajeron muerte.
Esta "condena" sirve para discutir mucho en democracia pero,
fundamentalmente, para vislumbrar que las políticas neoliberales son, indefectiblemente,
antiobreras, antipopulares y antidemocráticas.
Esta nota fue concebida con mis mas sentidos y sinceros
respetos para con los familiares de Mariano Ferreyra.
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