Jesús Rodríguez | Lunes 22 de abril de 2013
El contenido y la forma de la reforma judicial, los parches
en la economía y la marcha forzada del relato en medio de escándalos de
corrupción, son la escenografía de los peronismos en fuga. El contexto regional
en tiempos de elecciones.
"No es posible admitir que 200 ò 300 familias de Buenos
Aires puedan mantener en efervescencia y en espíritu de rebeldía, perturbando a
19 millones de habitantes que quieren vivir en paz y en un ambiente de
seguridad"..." es el mismo conglomerado social de 1945 1946, al que el gobierno
venció en las elecciones del 24 de febrero". Así declaraba el ministro del
interior de Juan D. Perón, Oscar Albrieu, luego de la marcha y del bombardeo de
1955. Autores como Jorge Abelardo Ramos estiman que las maniobras de distensión
que el líder intentó luego de llegar al "cinco por uno", no alcanzaron para
evitar el golpe de Estado.
Un ministro del interior, más cercano y recordado, Carlos
Corach, defendía en plena puja por la re reelección de Carlos Menem, tres
decisiones de la Corte Suprema de Justicia: las condenas contra la actriz
Gabriela Acher y el canal 13 de televisión; contra el director de la revista
"Humor", Tomás Sanz, y la prolongación indefinida del juicio que el mismo había
iniciado contra Horacio Verbitsky, de tramitación irregular en la Corte
Suprema, donde desaparecieron sin explicación dos cuerpos del expediente.
Los contextos son diferentes, los actores son otros, pero la
lógica del peronismo en retirada sigue siendo calcada: la huida hacia delante,
la imposición de medidas intolerables, facciosas y lesivas del orden
institucional.
En las actuales circunstancias, el peronismo arropado como
Frente para la Victoria, despliega a fondo todo su poder para llegar al año
2015 con esperanza de mantenerse en la cima, con o sin Cristina Fernández de
Kirchner como líder. Para lograrlo no vacilará en sitiar a la Corte Suprema de
Justicia, aquellas que Perón disciplinó en 1949; Carlos Menem en los '90 y a
los que Néstor Kirchner evitó emular en el año 2003, constituyendo uno de sus
logros más indiscutibles de su gobierno. Esa Corte ejemplar, verdadera rara
avis en el contexto peronista, hoy es un estorbo y por eso el blanco de toda la
reforma que desde la Casa Rosada se ha lanzado como un imperativo sobre los
legisladores: democratizar la justicia es tener una Corte "sensible" a un
desleído proyecto nacional y popular.
La "democracia del 54 por ciento" no vacila en emprender
reformas inconstitucionales - que sufrirán el mismo camino que la ley de medios
- sin escuchar ni dejar participar a la ciudadanía y a sus representantes. Sólo
el CELS, comandado por el mencionado Verbitsky, logró una gracia real para que
se hicieran modificaciones. Sólo alguien de la Corte cristinista tuvo ese
privilegio. El resto asiente y obedece, los senadores por la presión sobre los
gobernadores y los diputados por temor reverencial. En definitiva todos por
temor, muy pocos por convicción. Salvo el caso de Neuquén, en donde el
gobernador Sapag pretende algo a cambio de sus tres votos en la cámara baja.
Sin embargo, no pareciera que otro Sapag vaya a hacerle a la presidente lo que
le hiciera a Raúl Alfonsín con la sonada y fracasada Ley Mucci.
La fuga hacia delante incluye mantener un sistema de parches
económicos, junto con una campaña permanente para mantener la iniciativa:
tarjetas de crédito para comprar en los supermercados - un grupo concentrado
como la mayoría de los que dominan la economía desde el menemismo - acuerdos de
precios que se violan al día siguiente de ser anunciados, dilación de las
paritarias y otros pitucones a la pérdida de reservas que ya suman 5000
millones desde que comenzaron las restricciones en noviembre del 2011. Las
condiciones de inversión y la posibilidad de ahorrar están dando paso a la
creciente demanda de dólares en el mercado ilegal de divisas. Mientras la
brecha entre las cotizaciones oficial y paralela no disminuya, ningún ingreso
de dólares por la campaña agrícola próxima a liquidarse, podrá frenar la
tendencia. Para esta tendencia no hay medidas correctivas en el horizonte.
La atropellada hacia el futuro, emprendida por este modelo
de peronismo, implica que no hay espacio para otra cosa que no sea mantenerse
en el poder. Han aprendido del menemismo que el llano es duro por más recaudos
que se tomen. Eso sí, el kirchnerismo se ha curado en salud y en efectivo, pero
sabe que, tarde o temprano, a la vuelta de la calesita hay gente esperando con
gruesas facturas y una sociedad que no perdonará sus atropellos y desplantes.
Claro que para esta cepa del peronismo habrá una vacuna y entonces será el
momento de que ese partido se transforme para suceder en forma de Scioli o de Massa,
o de quien sea, al fenecido proyecto k.
Como sobre el final del menemismo desde algunos medios se
denuncian - con visos de realidad - actos de corrupción escandalosos asestando
un duro golpe al gobierno. El silencio oficial también es conmovedor: Impacta
saber que desde Puerto Madero - ese símbolo del menemismo - se ha manejado la
maquinaria de corrupción y es el lugar preferido de los funcionarios K para
comprar propiedades. Al revés que Dilma Rousseff, los funcionarios de este
gobierno son protegidos y, si llegan a tribunales, nuestra "justicia
corporativa y liberal" no alcanza a condenarlos.
Sin duda alguna que las luces de alarma se han encendido con
la elección de Nicolás Maduro en Venezuela. El empate virtual que coloca al
régimen populista de ese país lejos del apoyo amplio que ostenta desde hace
años, muestra los problemas de la sucesión.
La presidente está aislada, con su base en agrupaciones de
jóvenes que se han diseminado por todo el aparato del Estado como termitas, con
la única condición de ser fieles; con nostálgicos setentistas que olvidaron que
Perón subestimaba a Héctor Cámpora, tanto como a quienes apañó el odontólogo;
algunos movimiento sociales; algunos sindicalistas compañeros de José Pedraza,
recientemente condenado por el asesinato del militante del Partido Obrero,
Mariano Ferreira; la billetera algo deteriorada pero efectiva; medios estatales
y "amigos"; y con el infaltable miedo. También cuenta con una buena imagen
positiva que se va limando conforme pasa el tiempo y avanza el malestar.
Con este panorama, las elecciones de octubre serán una
derrota segura del oficialismo. No habrá, entonces, condiciones para la
eternización de la presidente. Sin embargo, ¿Ganará el peronismo? ¿Podrá la
oposición no peronista capitalizar el descontento? ¿Cómo se sale del círculo
gatopardista? Esa es una respuesta que muchos están esperando.
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