Pedro Brieger | Jueves 04 de abril de 2013
La vuelta de Michelle Bachelet a la política chilena no sólo
pone en tensión la continuidad del gobierno actual sino que, además, ha
intervenido sobre uno de los temas más sensibles y complejos del país
trasandino: la democratización del sistema educativo.
El regreso de Michelle Bachelet después de tres años de
ausencia ha convulsionado la vida política de Chile. Su caso es notable como
experiencia política ya que dejó la presidencia con altos niveles de
popularidad sin construir una sucesión para que la Concertación pudiera
continuar en el poder. Mientras estuvo en el extranjero trabajando para
Naciones Unidas prácticamente no se refirió a la situación interna, ni siquiera
durante las gigantescas movilizaciones estudiantiles que cuestionaron el
sistema político en su conjunto.
A su regreso, el 27 de marzo, anunció su candidatura para
las elecciones presidenciales de noviembre despejando la incógnita dejada por
su silencio. Ahora sus adversarios de la derecha saben que deberán lidiar con
una mujer muy preparada, con experiencia y carisma, y tal vez la única capaz de
evitar la continuidad de este gobierno, que no parece tener entre sus filas
candidatos capaces de hacerle frente. Sin embargo, no es lo mismo dejar la
presidencia con altos niveles de popularidad y mantenerlos mientras se está en
el extranjero, sin participar de la vida cotidiana, que entrar al ruedo y
enfrentarse a múltiples toreros dispuestos a encontrar sus puntos débiles y
dejarla fuera de carrera.
Una de sus primeras definiciones al regresar tuvo que ver
con el tema educativo, que se ha convertido en un eje central de la política
chilena. El sistema educativo chileno fue elogiado y mitificado durante años
por numerosos organismos internacionales, economistas y periodistas,
principalmente los alineados con el neoliberalismo. Bachelet, al poco tiempo de
asumir la presidencia, tuvo que enfrentar una revuelta de estudiantes
secundarios, que puso al desnudo las serias deficiencias del elogiado sistema.
En ese momento, los secundarios cuestionaron la educación segmentada para ricos
y pobres, y su extrema mercantilización heredada de la dictadura, y que la
Concertación -Bachelet incluida-, no modificó.
En 2011 esto fue retomado y profundizado con la activa participación de
los estudiantes universitarios contra el gobierno de Sebastián Piñera en un
cuestionamiento político más global.
Ahora, ya en campaña, Bachelet anunció que el primer
proyecto que enviará al Congreso será "para poner fin al lucro y avanzar en la
equidad de la educación en todos sus niveles". Es posible que este anuncio sea
leído en clave de guiño hacia el poderoso movimiento estudiantil que cuestionó
al gobierno de Piñera y la Concertación por igual, y espera la aparición de
algún político de fuste que retome sus ideas. Sin embargo, para concretar lo
que propone, deberá enfrentar dos serios problemas, uno objetivo y otro
subjetivo. En el plano objetivo, es un dato de la realidad que más de 800
escuelas municipales cerraron en estos últimos 20 años, tal cual lo consigna un
estudio de la Fundación Sol citado por varios medios de comunicación. Por otra
parte, según la misma fundación, apenas el 36 por ciento de los alumnos está
inscripto en colegios públicos. De estos números se desprende que fue durante
el gobierno de la Concertación que más colegios se cerraron y que ésta también
impulsó el modelo educativo heredado de la dictadura. Esto quiere decir que, si
Bachelet realmente quiere transformar la realidad educativa, tendrá que
revertir una situación extremadamente compleja y muy difícil de modificar. Por
otra parte, en el plano subjetivo debería enfrentar a miembros de su propio
partido, y a numerosos aliados que defienden la práctica educativa basada en el
lucro, porque fueron y son parte de ella. ¿Tendrá Bachelet la voluntad política
de proponer un giro tan radical? ¿Estamos frente a una nueva Bachelet dispuesta
a patear el tablero y aliarse a un poderoso movimiento social que no encontró
un cauce institucional de reformas profundas? Esa es la gran pregunta que todos
se hacen.
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