Stella Calloni | Viernes 01 de febrero de 2013
La Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC) realizada en Santiago de Chile, el 26 y 27 de enero, enfrentó
dos mundos: uno asentado sobre un modelo viejo y decadente, que está
produciendo una verdadera tragedia en sus pueblos, y otro posible, que está
construyendo hacia otro futuro emancipatorio y justo.
Fue, sin duda, un hecho histórico en la historia
contemporánea de los procesos de integración de América Latina y el Caribe, que
se reafirmaban en una segunda reunión después de Caracas, en diciembre de 2011.
El viejo mundo europeo llegó al encuentro en momentos de enorme debilidad,
perdidos los objetivos de unidad -que parecía indestructible-, en las brumas de imposiciones neoliberales tardías,
que están produciendo una verdadera tragedia en sus pueblos, despojados de toda
seguridad hacia el futuro, y el otro, este "mundo posible", pero cierto, que
nuestra región está construyendo hacia otro futuro emancipatorio y justo.
La Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC) realizada en Santiago de Chile, entre los días 26 y 27 de
enero pasado, estuvo dividida en dos momentos: la reunión conjunta con la Unión
Europea (UE), curiosamente cerrada a la prensa, y la de los presidentes de la
CELAC, como tal, abierta y descomprimida, creando y construyendo, consciente de
las amenazas que la rodean, pero también de la fuerza liberadora de sus
objetivos.
Fueron evidentes tanto las coincidencias como las
diferencias y dejaron asomar la calidad de los avances logrados en la región,
como las dificultades futuras en los acuerdos.
Quizás una de las figuras más dramáticas resultó la del
presidente de España, Mariano Rajoy, quien parecía representar un imperio, en
momentos en que en su país se anunciaban las cifras más altas de desempleo -unos seis millones de desocupados en los
últimos tiempos- y la caída sin red que representa imponer en pleno siglo XXI
proyectos neoliberales que han fracasado y llevado a la quiebra a otros países.
Esa quiebra sucedida sobre pueblos de América Latina en los
años 90 significó el golpe final, la toma de conciencia de que se trataba de la
sobrevivencia o la desaparición, lo que se expresó en las calles y carreteras,
en una historia de lucha que nos cuentan desgajada, pero que mirada en su
conjunto es una verdadera epopeya liberadora continental.
Y allí estaban mirándose esos dos mundos y hay que decirlo:
el uno buscando otra vez en esta nuestra América su salvación, después de haber
edificado imperios sobre el saqueo de nuestros territorios que se inició hace
500 años, como si otra vez se pudiera cambiar espejitos por oro; y el otro,
construyendo y creando desde la solidaridad, una integración salvadora y
sanadora, que no planea el asalto colonial, sino una marcha conjunta de respeto
mutuo, de intercambio justo, lo que significa construir un mundo duradero, un
estado de bienestar constituido sobre el esfuerzo propio, la propia creatividad
y no sobre el asalto a los pueblos del mundo.
Algunos representantes europeos parecían ausentes de la
realidad que están viviendo sus pueblos, mientras que la "dama de
hierro" de la UE, la canciller Angela Merkel, que entiende con precisión
capitalista que además se trata del euro, que otros poderes en crisis quieren
quebrar, apelaba a palabras como "ajustes", "más libertad de
mercado" y otras que sonaron a tiempos muy lejanos en estas tierras.
Y también hubo quienes, conformando como gobiernos la CELAC,
acuden a los mismos términos, que en estos territorios están consideradas
piezas de museo.
En ese marco, los discursos que la prensa pudo escuchar
fueron los de ese mundo en crisis y los que estuvieron vedados a la prensa
fueron precisamente los que desafiaban y apostaban por más vida y menos
salvatajes financieros.
Fueron claros los mensajes, las líneas ideológicas de unos y
otros.
Hubo reclamos diplomáticos muy elegantes para el anfitrión,
Sebastián Piñera, por decidir que voces se abrían a la prensa, y cuáles eran
las silenciadas hacia afuera en ese debate tan importante.
Para los pueblos europeos, víctimas de una desinformación,
que los fue aislando de su propia realidad, escuchar a nuestros presidentes que
hablaban de los verdaderos caminos posibles y de la única forma de construir
soberanías y democracias verdaderas, hubiera sido iluminador.
Aún así, Piñera y otros presidentes de la Alianza del
Pacífico, que no puede ayudarlos en estas circunstancias porque depende de ese
mundo en crisis, que pretende repetir la vieja historia neocolonial, no
pudieron abstraerse de la realidad que ofrece una CELAC diversa, plural
creativa, cuyos gobiernos están sorteando la crisis y mejorando lentamente
tantos años de deuda social.
Ante las cada día más duras amenazas, en este caso de Gran
Bretaña contra nuestros mares y tierras y hielos del sur, uno puede plantearse
muchas buenas intenciones neoliberales, pero para la defensa de soberanías esto
no sirve y hay que volver a la solidaridad latinoamericana para salvarse de las
ambiciones que nos cercan. Habría que decir mucho de la Cumbre donde la
presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner logró apoyos muy definidos
en temas como el de los derechos inalienables de nuestro país en Malvinas y
también en esa enérgica defensa de consolidar lo nuestro ante tantas apetencias
externas y desesperadas propuestas
inversoras que, por alguna razón, exigen
respaldos jurídicos, cuando se han llevado sin ninguna justicia una gran
cantidad de nuestras riquezas.
Todos quieren venir por más. Pero son tiempos en que hay una
percepción regional de que al fin "llegó la hora de los pueblos" como dice el
presidente Evo Morales de Bolivia. Y mirando alrededor uno siente que esto es
así.
En noviembre de 2005 se confirmó esta decisión emancipatoria
en un día muchos eternamente colonizados no quieren recordar, cuando el
anfitrión entonces de la Cumbre de las
Américas en Mar del Plata, dijo un "no" contundente a la recolonización
disfrazada de Área para el Libre Comercio de las Américas (ALCA). El ex
presidente Nérstor Kirchner y sus pares del Mercosur más Venezuela que lo
acompañaron dieron una lección de historia contemporánea del "sí se puede". Esa
patriada abrió el camino, que se expresó
en Chile, en una Cumbre que estuvo amenazada por una feroz campaña mediática, que
alentaba acciones de guerra sucia. Fracasaron una vez más.
La irrupción de la palabra del presidente venezolano Hugo
Chávez Frías a través de una carta de enorme contenido político, los discursos
que luego pudieron escucharse de los presidentes que son el verdadero sostén de
esta Cumbre, el momento en que el mandatario de Cuba, Raúl Castro, recibió la
presidencia Protémpore inaugurando otro tiempo, otra era, otra justicia,
hicieron de esta Cumbre, una alegoría de simbolismos que hay que recoger e
interpretar desde la descolonización del pensamiento y la información. Un sueño
de José Martí.
"Yo creo que los europeos finalmente advierten que ya esa
relación en donde solamente ganaba un solo sector no se puede dar más, que sea
una relación donde ganemos ambos, y donde se tenga en cuenta la incipiente
industria de los países emergentes",dijo Fernández de Kirchner al retirarse de
esa Cumbre de dos mundos que rompió con tantos paradigmas y astilló tantos
espejos.
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