Opiniones

19 de marzo de 1812, la fecha en que nacimos todos

Red Iberoamericana de Diarios Digitales | Lunes 19 de marzo de 2012
Estamos olvidando que la unión nos da fuerza y nos hace imbatibles. El aniversario de La Pepa de 1812, construida por todos los hispanohablantes y de inspiración netamente latinoamericana, es una buena ocasión para trabajar sobre lo que nos une y soslayar lo que nos separa y debilita.


Las Cortes -parlamento- llevaban reunidas desde 2010 en Cádiz, Tacita de Plata, una lengua de tierra en el sur de España comunicada con la península por un brazal que permitía la circulación de carruajes y caballerías.


Los franceses tenían sitiada la ciudad por mar y por tierra, pero los constituyentes de todas las Españas resistían y trabajaban en la construcción de la más grande Nación que hubieran visto los tiempos pues es anterior a la inglesa Commonwealth (literalmente, la Riqueza Común).


Tiempos difíciles y llenos de esperanza y fortaleza. La guerra azotaba la España peninsular, una guerra complicada: de sucesión y de independencia que contaba con españoles en ambos bandos por lo que también tuvo mucho de guerra civil.


Los franceses napoleónicos tenían la legitimidad del rey José Bonaparte, impuesto por Napoleón tras deponer a Fernando VII quien, a su vez, derrocó a su padre Carlos IV tras el Motín de Aranjuez. Los gabachos, como se les llamó despectivamente, iban acompañados de los afrancesados, españoles que amaban la libertad y la Ilustración que representaban los avanzados y ateos franceses.


Frente a ellos, un pueblo que no quería un rey impuesto desde Francia. Al otro lado, pues, los realistas, los carlistas, los fernandistas, el clero, los grandes hacendados... y, claro, también liberales, ateos, ilustrados, igualitaristas, libertarios y republicanos que no eran partidarios del yugo francés pero tampoco del absolutismo esclavizante del Borbón. En este ambiente se reunieron las Cortes de Cádiz con diputados de todas las Españas, las de aquende y las de allende los mares; las de ambos hemisferios como bien definió la Carta Magna más importante del orbe que habla español.


Hombres ilustres que conviene recordar hoy nos enseñaron el camino cuyo rumbo a veces parece que hemos perdido. Miguel Ramos Arizpe, mexicano; Joaquín de Mosquera-Figueroa y Arboleda, colombiano; Joaquín Fernández de Leyva, chileno; Vicente Morales Duárez, peruano; José Mejía Lequerica y José Joaquín Olmedo, ambos ecuatorianos; Domingo Caicedo y Sanz de Santamaría, también colombiano; Florencio del Castillo, costarricense; José Antonio López de la Plata, nicaragüense; Miguel Riesco y Puente, chileno; José Domingo de las Nieves Rus y Ortega Azarraulia, venezolano y así hasta 184 diputados provenientes de toda la América hispana que se reunieron con los diputados españoles con el reparto justo y equitativo de un diputado por cada 50.000 habitantes y conformaron la más justa y ambiciosa Carta Magna sin la cual las actuales no existirían. El peruano Morales Duárez presidió las Cortes y al ecuatoriano Mejía Lequerica que, curiosamente, representaba a Santafé de Bogotá, se le llamó el Mirabeau americano por su gran elocuencia y su saber enciclopédico.


Tiempo de grandes hombres que fueron capaces de la primera gran constitución del nuevo régimen en español y la tercera tras la estadounidense y la francesa que derrotó al absolutismo. Tiempo de gigantes de cuyos hombros no debemos bajarnos so pena de perder el Norte de sus legados de libertad, igualdad y justicia.


Las primeras palabras de La Pepa, tras 1.810 sesiones en tres años y dos sedes, Isla de León en San Fernando primero y el oratorio de san Felipe Neri de Cádiz después en inteligente huida de los franceses que les cercaban, son de una  fuerza inspiradora tal que sus ecos perduran hoy en todas las constituciones americanas y española que nos protegen y amparan:


Artículo 1.- La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.
Artículo 2.- La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona.
Artículo 3.- La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales.
Artículo 4.- La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen.
Artículo 5.- Son españoles todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos de éstos.


Españoles son los peninsulares y españoles somos los latinoamericanos. No somos hijos de una España, somos hermanos en pie de igualdad y conviene recordar esto ahora en que unos mal autollamados bolivarianos pretenden despertar una ancestral y racista animadversión que fomenta el odio hacia los españoles de la península.


Las Españas es como se llamó a los territorios desde el año 1.150 con Fernando II de León, Rex Hispaniarum, rey de las Españas, pues concentraba en él el reinado de León por su padre; el de Barcelona por Berenguela, su madre; el de Borgoña por su abuelo Raimundo; la Provenza por su abuela materna Dulce de Provenza y Portugal por su matrimonio con Urraca de Portugal.


Desde entonces se han llamado las Españas porque el espíritu que fundó aquel reino de reinos y que se mantiene hasta hoy fue el de respetar leyes, fueros, costumbres y usos de cada territorio. Es ese respeto por lo diferente lo que funda el hálito americano que triunfó en la Constitución de Cádiz e instauró el espíritu doceañista que trajo a todas las Españas la Libertad de Prensa y Opinión, la Igualdad de todos los Hombres, la Soberanía residente en el pueblo (y ya no más en el soberano) y la sumisión del gobernante -soberano o presidente- a la Constitución y al poder legislativo, quintaesencia de la voluntad popular.


Nuestra historia es hermosa, no la cambiemos por ponzoña.

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