Por
Pascual Hernández del Moral.
viernes 03 de enero de 2014, 13:59h
Ya lo decía Quevedo
con su optimismo proverbial: "Azadas son la hora y el momento que, a jornal de
mi pena y mi cuidado, cavan en mi vivir
mi monumento". No se trata de ser cenizo; lo importante es que amanezca otro
día, sea primero o último del año, sea noche vieja o año nuevo.
Porque, vamos a ver,
querido Venancio, ¿ha cambiado algo de ayer a hoy? En lo que no depende de
nosotros y por ser Año Nuevo, ¿va a cambiar radicalmente lo que era viejo para
convertirse en algo bueno? ¿Va a mejorar en honestidad lo que se ha dado en
llamarse "clase política"? ¿Van los jueces a dictar sentencias con la agilidad
suficiente como para que sirvan de algo? Los bancos, ¿van a darnos créditos? ¿Mejorará
el sistema educativo? Si los catalanes se independizan, ¿serán más ricos, más
altos, más guapos, más sanos o seguirán igual, aunque libren a sus políticos
del Palau y de las ITV? ¿Se han quitado de encima la lacra de los ERE los
Griñán y compañía? ¿Se han limpiado de guarrerías barcenarias y gurtelianas el
PP? ¿Han comenzado a mostrar su respeto a las víctimas los etarras y
filo-etarras ¿Han tocado poder los partidos "minoritarios" para que sepan lo
que vale un peine, y, entonces sí, den lecciones de moralidad a los demás?
Creo, amigo que, como decía el epitafio, "como me vi te ves, y como me ves, te
verás". O sea, el "año nuevo" no ha cambiado nada: un paso más hacia la
sepultura, no por año nuevo, sino porque hemos vivido un día más.
O sea, amigo
Venancio, del año viejo al nuevo van doce campanadas, acompasadas con las uvas
de la suerte, en un chocar de copas, brindis entre sonrisas obligadas, un trago
de cava extremeño con una sortija diz que de oro dentro de la copa, besos,
abrazos y buenos deseos -incluso a los cuñados- con los que acabas de celebrar
la última opípara cena, los cursis vestidos de etiqueta, y los que no, con un
poquito más de esmero, con el traje de los domingos por el qué dirán. Y al día
siguiente, año nuevo; los que se levantan, se dicen entre ellos los obligados "¡Feliz
año nuevo!", "¡Próspero 2014!" y esas cosas. Para los que todavía los tienen de
pared, -¡los muy carcas!-, el cambio de calendario, porque el del 2013 se ha
acabado, aunque ya no hace falta ni eso, porque los relojes cambian solos de
día (y, en consecuencia de año) y los ordenadores, los "tables" y esos
artefactos, que el diablo confunda, también.
Y todos los medios de
comunicación se dedican a analizar lo que nos traerá el año nuevo, haciendo sus
profecías económicas, políticas, sociales y demás, que luego no se revisarán
para que los profetas no se mueran de vergüenza o de risa, de sus propias
obviedades y tonterías: que si aumentará el empleo, que si acabaremos de
hundirnos, que si seremos más libres, que si seguirán recortándonos libertades,
que vamos a acabar con la corrupción dicen todos con las manos metidas hasta
los codos en la podredumbre, adivinando el porvenir analizando los horóscopos,
o echándose las cartas que predicen el año nuevo... que hay gente "pa tó". ¡Qué
divertidos son los profetas de año nuevo!
Yo, amigo Venancio,
no profetizo nada: ni voy a coleccionar nada de lo que me ofrece el vendedor
extraterrestre (ese venido del Planeta Agostini), ni voy a dejar de fumar
(porque ya hace dos años que dejé el "vicio nefando"), ni, por supuesto, voy a
ir al gimnasio a hacer deporte (ya sabes, Venancio, lo mal que nos llevamos el
deporte y yo), ni voy a aprender idiomas (con los poquitos que sé he llegado
hasta aquí, así que ¿para qué más?), ni voy a mejorar mi dieta (salvo que mi
mujer se empeñe en no darme de comer), ni... o sea, todo igual que el año pasado.
Y tú, amigo Venancio, aunque te lo propongas, verás que tampoco vas a cambiar
mucho las cosas. La vida sigue igual, q ue
decía el cantante.
Las mudanzas,
compañero Venancio, se hacen día a día porque cada día es continuación del anterior,
por lo que, si no hay hecatombes, no hay saltos. Yo sigo, como ayer, con mi
tensión alta, mi diabetes, mis dolores de huesos, mis dedos "en gatillo", mi
colesterol y mis demás goteras, contento de seguir viviendo, que no es poco. Me
da ánimos el proverbio que repite un amigo mío para seguir haciendo, en año
nuevo y en viejo, lo que le diera la gana: "El cuerpo, por muy poco que lo
cuides, te dura toda la vida".
¡Qué razón tiene,
amigo Venancio!