Por
Antonio Miguel Carmona
miércoles 08 de enero de 2014, 18:10h
La Infanta de España, doña Cristina de Borbón y Grecia, ha
sido imputada por el juez José Castro por blanqueo de capitales y delito
fiscal. Una actuación que la permitirá defenderse. Una señal de normalidad en
una democracia como la española tan poco acostumbrada a la igualdad.
Pero para ello el juez Castro ha tenido que redactar un auto
de 227 folios. Una obra tejida con la minuciosidad de un relojero para evitar
que de nuevo la Audiencia Provincial "desimpute" a una ciudadana que lo es como
usted y como yo.
Mientras tanto asistimos al penoso espectáculo de la
Fiscalía Anticorrupción, capaz de pedir doce años a Urdangarín al mismo tiempo
que señalar que su mujer y socia no tenía nada que ver en el mismo asunto.
Mientras tanto observamos al Fiscal General del Estado,
Eduardo Torres-Dulce, esforzarse en mostrar y demostrar que no existen pruebas
determinantes contra la hija de Su Majestad el Rey de España.
Mientras tanto tenemos que soportar a la Abogacía del Estado
emitiendo señales de humo que sirven de cortina para tapar las vergüenzas -si
las hubiere- de alguien que debería ser tratado como al resto de los españoles.
Mientras tanto tenemos que contemplar pasmados cómo el juez
Castro espera pacientemente -tarde, mal y nunca-, la llegada de nuevos informes
de la policía y de la Agencia Tributaria cuya lentitud ha llegado a exasperar
al magistrado.
Mientras tanto Rafael Spottorno nos reconoce que están
pasando un martirio que, al menos es lo que yo pienso, debe ser proporcional al
martirio de los españoles sospechando que no todos somos iguales ante la ley.
Así que, mientras tanto, es la Corona la que se desprestigia
abandonando la normalidad y, con ella, la Jefatura del Estado, institución que
debiera estar por encima -como siempre ha debido estar-, de cualquier avatar o
interés particular.
Mientras tanto, digo, es la propia Infanta Cristina -a quien
deseo la mejor suerte posible-, la que ve deteriorada su imagen pública y, por
lo tanto, su reputación que debiera defender en el Juzgado.
Por ello, mientras tanto, es la democracia la que es víctima
de aquellos que no están sabiendo salvaguardar las instituciones del peloteo
incesante, el trato de favor o la estupidez inherente de aquellos que piensan
que no todos somos iguales ante la ley.
@AntonioMiguelC