La insoportable levedad de esta política nuestra
martes 08 de octubre de 2013, 19:26h
Se entienden mal algunas cosas de esta insoportablemente leve política española. El viaje de Alicia Sánchez-Camacho
a Madrid este lunes, con su plan de financiación de la autonomía
catalana bajo el brazo, es una de ellas. No lo digo por el viaje, ni
siquiera por el plan, que, claro está, trata de beneficiar fiscalmente a
Cataluña respecto de otras autonomías. No, no lo digo por eso, y
tampoco por los distintos tonos de rechazo airado cosechados entre los
dirigentes 'populares' al que efímeramente -aquí todo es efímero-ha sido
llamado 'plan Camacho'. Que, por otro lado, era ya bien conocido desde
el último congreso del PP catalán, como se ha subrayado en todos los
medios.
Lo que de verdad me deja boquiabierto es que la señora
Sánchez Camacho, que ha sobrevolado varios episodios frívolo-truculentos
relacionados con espionajes y otras fruslerías en los últimos meses, y
que es vista con recelo por los ojos más serios y severos que haya en el
PP, no hubiese querido o podido consensuar su papel en La Moncloa y en
la calle Génova antes de enfrentarse a las iras de otros 'barones'
autonómicos. Como el de Madrid, Ignacio González, rechazando cualquier
discriminación en la financiación autonómica, y más si es en beneficio
de Cataluña. El señor González, puestos a salirse por la tangente, llegó
a amenazar con organizar su propio referéndum madrileño si un plan como
el presentado por la señora Sánchez Camacho salía adelante. ¿No es eso
un salto hacia el surrealismo?
A mí, el 'plan Camacho', en lo
que lo conozco, no me parece ni bien ni mal. Es un papel para empezar a
debatir, con los socialistas y con los nacionalistas. Pero, en primer
lugar, en el seno del PP. Y es eso lo que me llama la atención: nada
estaba previamente hablado, nada consensuado, hasta llegar a una
'cumbre' partidaria que evidenció la desunión, entre los responsables de
la formación que sustenta al Gobierno, en el importantísimo tema de la
ordenación territorial. Por si no estaba claro, se evidencia una
insoportable improvisación, o letargo, o llámese como se quiera, en un
asunto inaplazable. Con el mismo viento fresco que a Sánchez Camacho se
despachó antes una vaga propuesta federalista del PSOE, se desdeña
cualquier propuesta de reforma constitucional y con exactamente el mismo
desdén, se ventila cualquier pretensión nacionalista, cosa esta última
lógica si nos atenemos a la letra y al espíritu de la Constitución. El
caso es no moverse, a ver si se mueven los otros.
Pero entiendo
que ni letra ni espíritu son intangibles. Ni los criterios de nuestros
partidos políticos son, al parecer, inamovibles. El papel de Sánchez
Camacho recibió hace un año muestras de agrado en los medios 'populares'
de Barcelona y Madrid. Y el propio PP, hace cinco años, había lanzado
una propuesta de reforma del Título VIII de la Constitución que ahora
rechaza frontalmente. Así, con esta inseguridad, ¿quién se atreve a
pronosticar que Artur Mas no acabará saliendo victorioso de su loca
propuesta secesionista, que perjudica a todos, comenzando por los
catalanes, sin beneficiar a nadie, comenzando por él mismo?
Y
ahí están, tantas reformas propuestas aguardando a que les llegue el
turno de concretarse. Mostrando, una vez más, que hoy en España no se
hace política. Se hace economía de parches, en busca de algún brote
verde que ofrezca esperanzas de cara a las elecciones de dentro de dos
años, dos años, Señorrrr...