A la puerta de la cárccel
jueves 16 de febrero de 2012, 12:16h
Ayer, a la
puerta de la cárcel de Albolote, en Granada, periodistas de todos los medios y
con conexiones de televisión en directo recibían a un preso, Miguel Montes
Neiro, que tras haber cumplido 36 años de condena, abandonaba la celda y las
rejas. Nos adherimos al principio de "odia al delito y compadece al
delincuente", y le deseamos una feliz reincorporación a la libertad al señor
Montes Neiro, en cuyo currículum judicial figuran delitos relacionados con las
drogas, allanamientos de morada, robos varios, falsificación de documento
público, atracos de joyerías, retención de un padre y una hija haciéndose pasar
por policía para desvalijar una caja fuerte, amenaza y robo a una pareja junto
a otros cómplices, asalto a una vivienda con un arma simulada y haciéndose
pasar por policía, quebrantamientos de condena y ocho intentos de fuga, entre
otras "hazañas" (entre paréntesis, por favor, la palabra hazaña).
¿De verdad que la puesta en libertad de
este ser humano, de este delincuente, de este pobre hombre (si prefieren) es
merecedor de tanta atención mediática, como si se tratase de un mito del "rock"
o de un deportista que viene de ganar un campeonato mundial? ¿Qué dirán las
víctimas de sus delitos, los atracados, los retenidos, los desvalijados, los
asaltados al verlo en la televisión rodeado de micrófonos como si hubiese
descubierto el remedio del SIDA o como si hubiese ganado el "Tour" o la Vuelta
Ciclista a España?.
La verdad es que a este país no lo
entiende, parafraseando la maquiavélica sentencia de Alfonso Guerra, "ni la
madre que lo parió". Es el país que se ha puesto de moda un crecepelo que no es
más que un champú para caballos, después de las pulseras "Power Balance" o la
baba de caracol. Es el país de los falsos "productos-milagro", y en el que se
eleva a los altares de la popularidad a un hombre, a Miguel Montes Neiro, a
quien le deseamos todo lo mejor en su nueva vida, pero que había estado en
prisión durante casi cuatro décadas no por un error judicial ni por una
represalia política, sino un amplio historial delictivo que merece el rechazo
de la sociedad. ¿No nos habremos vuelto todos un poquito chiflados?