Los ministros/as que nos vienen
domingo 11 de diciembre de 2011, 22:39h
De entre las muchas cosas que van a ocurrir esta semana que comienza, en
la que se acelera (más aún) la vida política española, me voy a
permitir seleccionar un tema: las quinielas de 'ministrables' que
circulan con profusión por cenáculos y mentideros de la Villa y Corte,
pocas veces tan agitada por rumores, ambiciones y ansiedades como ahora.
Siento decepcionarle, lector, si espera de mí que recoja aquí una lista
de esos nombres que circulan, autopropulsados unos, impulsados por
terceros otros, fruto de especulaciones y conjeturas los más. Porque
algunos de esos nombres a los que conozco bastante bien me han
asegurado, y no tengo por qué no creerles, que nada les ha dicho la
única fuente de poder autorizada para hacerlo; hablan de ellos, pero no
con ellos.
Supongo que esta semana iremos conociendo datos
fiables que nos permitan intuir con mayor fundamento quiénes se sentarán
en los sillones más importantes del Consejo de Ministros. Cuando se
descarten las personas que ocuparán las presidencias de las dos cámaras
legislativas y las portavocías parlamentarias correspondientes,
tendremos sin duda, aunque solamente sea por descarte, algunos indicios.
Y tampoco creo, la verdad, que vayamos a tener tremendas sorpresas en
relación con las listas que ahora se hacen circular: Mariano Rajoy ya ha
dicho que él es un tipo previsible, y ha insinuado que el elenco de sus
ministros también lo será.
Más que los nombres concretos, me
interesa la fotografía del conjunto. El último Gobierno de Zapatero era,
en ese retrato global, perfectamente mejorable, por decirlo en términos
piadosos. Y eso que tenía individualidades altamente estimables, como
Gabilondo, Jáuregui o la propia Elena Salgado, entre otros. Zapatero se
dejó enredar en experimentos, pagos de favores, paridades absurdas,
favoritismos sin causa y precipitaciones que llevaron a lo que llevaron,
incluyendo esa última pirueta moscovita de una ministra de Cultura que
jamás debió serlo.
Tengo la sensación de que Rajoy evitará todas
esas tentaciones, aunque, habiendo seguido su trayectoria, también me
surge el temor de que el inminente presidente del Gobierno se encierre
en el círculo de su entorno de confianza, de esos hombres y mujeres que
le han acompañado en la travesía del desierto y que ahora,
legítimamente, esperan la recompensa, y no hablo solamente de
ministerios, claro está: a Mariano Rajoy le hemos entregado los
españoles una considerable dosis de poder, y ahora tiene que estudiar
bien cómo repartirlo de manera equilibrada, de manera que favorezca al
máximo los consensos.
Es su primer gran desafío: no dejarse
llevar solamente por el pago a los leales, sino rodearse de los mejores,
que falta le/nos va a hacer. Me atrevo a decir que el resto de la
Legislatura va a estar marcado por estas decisiones iniciales.