Iceta

Miquel Iceta parece un tipo serio: baila bien. Sólo la gente seria puede llegar a ser divertida sin ofender, por ello, la inteligencia de los demás, razón por la cual éste Iceta lastima con sus bailes, al parecer, la inteligencia de los que tienen poca o ninguna.

A Miquel Iceta, el candidato socialista a la Generalitat de Catalunya, hay que agradecerle varias cosas. Primero, su bonhomía al abrir la campaña electoral de su partido con una gracia y un salero que contrasta con el aire cenizo, impostado y torvo de la mayoría de los aspirantes. Unas elecciones democráticas son siempre, en sí mismas, una celebración, la de la libertad, y Miquel Iceta ha querido estar, y lo ha conseguido, a la altura de la circunstancia.

Segundo, que con su "performance" ha colocado en el mapa de esas elecciones no sólo a su partido, que parecía no estar, sino lo que, trascendiendo lo estrictamente partidario, puede ser de gran utilidad en el escenario pos-electoral que se avecina: una alternativa política juiciosa, esto es, federal, y un talante abiertamente, sinceramente, negociador.

En éstas elecciones que para unos representan el pórtico del Paraíso, y para otros el umbral del Infierno, la concurrencia de un actor sensato, que baila cuando está contento o cuando quiere que se pongan contentos los demás, es impagable. Pero es que, encima, cuando no baila discurre el modo de atar esa mosca de la secesión por el rabo, es decir, que idea y propone una política para aliviar la convivencia, y no, cual hacen sus competidores, para salir tarifando. Y lo curioso, pero que acredita que ese político contiene algo de verdad, es que la gente se ha dado cuenta de eso al verle bailar.

Empantanada la situación por no cifrarse las presentes elecciones catalanas en una pugna entre izquierda y derecha, ni entre programas, y más empantanada aún por ser sólo la mitad de los catalanes los que quieren el divorcio, se agradece la seriedad de Iceta, que baila tan bien.