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La ‘cumbre’ de quienes nos gobiernan: ¿atada y demasiado atada?

La ‘cumbre’ de quienes nos gobiernan: ¿atada y demasiado atada?

Por Fernando Jáuregui

martes 07 de julio de 2015, 12:52h

Uno es un optimista inveterado, y la realidad, ocasionalmente, me da la razón en un porcentaje no del todo despreciable. Por eso, me atrevo a ser cautamente animoso, una vez más, ante la ‘cumbre’ que el partido que nos Gobierna a los españoles, es decir, el PP, se ha fijado para este fin de semana. Y sé que, una vez más, se arrojará un jarro de agua helada sobre buena parte de mis expectativas; pero algún cambio, algún modesto avance, habrá. La pregunta es si ello bastará para que el huracán del cambio sople favorablemente para las velas del barco ‘pepero’.

A uno, que no es ni más ni menos que cualquier otro ciudadano de los que quieren transitar pacífica y, si es posible, prósperamente por esta coyuntura que nos ha tocado vivir, le gustaría sinceramente que las cosas fuesen razonablemente bien, sin demasiados saltos en el vacío: que el PP frenase su ritmo de caída, muy fuerte en según qué Comunidades Autónomas, y que su presidente, Mariano Rajoy, detuviese esa sangría de impopularidad personal que le garantizan, mes tras mes, las encuestas. Muchas veces he repetido que Rajoy es un gobernante honrado, con sentido común, fiable, pero con el carisma de un molusco de sus rías gallegas y con la imaginación de un bate de beisbol. O sea, más bien poca.

Son esas características, junto a un acendrado sentido de falta de autocrítica –que comparte, por cierto, con todos sus antecesores--, las que cooperan a que el presidente del Ejecutivo y del partido que lo sustenta sea un personaje reacio al ‘cambio por el cambio’, a las sorpresas, a la innovación apresurada. La gran contradicción ahora es que él no parece percibir que ese cambio, esa regeneración de una vida política anclada en años de pereza, esa innovación, se han hecho de pronto urgentes; ya no es el momento de consolidar lo (bien) hecho. Hay que avanzar por el camino que nos mostraron las urnas el pasado 24 de mayo: aquellas fueron las elecciones del cambio acelerado frente a quienes arrastran los pies a la hora de encararlo.

Y es ahí donde, en mi opinión, se enmarca esa conferencia política del PP a la que yo quisiera dar mucha importancia (ojala la tenga). En la velocidad de los cambios que, finalmente, el hombre que hace y deshace en el partido y en el Gobierno, se ha convencido de que hay que poner en marcha. Sustituir a un vicesecretario por otros tres, que son personas telegénicas, preparadas y simpáticas, puede ser un avance. Pero, manteniendo a la secretaria general y al polémico vicesecretario que está allí desde tiempos inmemoriales, ¿puede afirmarse que la renovación es suficiente? Sobre todo cuando los nuevos comunicadores, ya digo que gentes muy válidas, no saben qué es lo que tienen que comunicar. Y siempre es así: Rajoy comparece ante las cámaras de una televisión para decir más o menos lo mismo, es decir, que España ha hecho los deberes, no como otros, y que la culpa de casi todo la tiene el actual líder socialista por su alianza con Podemos, que es el equivalente a Syriza en Grecia. ¿Demasiada simplificación en el argumentario de los ‘populares’?

Es decir: Rajoy, que es en quien se fijan todas las miradas para lo bueno y para lo malo, tiene que hacer acopio de mensajes y propuestas nuevos. De acuerdo: la economía se ha gestionado mucho mejor que en tiempos deZapatero (tampoco era difícil). España se ha visto libre de sobresaltos ‘a la griega’ (lo cual era lógico, por otra parte). Nuestro país se alinea en el lado correcto de la UE (casi inevitablemente), al lado, aunque muy detrás, de Alemania... Ahora solo falta todo lo demás. Sería un inmenso error, a mi juicio, convertir esta conferencia política en una cámara de aplausos y autocomplacencias, como lo sería permitir que aflorasen todas las críticas internas, algunas bastante insensatas por cierto, que se escuchan aquí y allá. La conferencia debería ser la del mirar hacia adelante, la de las iniciativas que sirvan efectivamente para regenerar la vida política española, algunas de las cuales, por cierto, ya vienen obligadas por los acuerdos locales del PP con Ciudadanos.

También debería ser la conferencia de las caras nuevas. No solamente la de la ascendente Cristina Cifuentes, que debería sustituir urgentemente aEsperanza Aguirre al frente del PP madrileño. No sé si, como dice el ‘ciudadano’ Albert Rivera, Mariano Rajoy no es ya el hombre para conducir la nueva etapa política española; puede, quién sabe, que Rivera esté pensando en sí mismo como el idóneo para encabezar esa nueva etapa. No me atrevo, desde luego, a dar por concluida la ‘era Rajoy’, aunque cierto es que la figura del presidente, del hombre que sigue teniendo el mayor poder político en España, se cotiza a la baja en este cuarto de hora. Sabemos, en todo caso, que la opinión pública española es una veleta, que un día favorece a Rosa Díez, por poner un ejemplo, considerándola la figura política mejor aceptada, y pocos meses después sitúa a la todavía –hasta dentro de tres días—lideresa de UPyD donde los más réprobos.

Ignoro, por tanto, si Rajoy será capaz de reconquistar parte de la popularidad perdida. Solo sé que su responsabilidad máxima será, en todo caso, gestionar el cambio que viene, sea cual sea, con sensatez y responsabilidad. Y de eso sí tiene el hombre que ha convocado, Dios sabe para qué, una cumbre del partido gobernante, que, dicen, Rajoy tiene atada y bien (¿demasiado?) atada.

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