‘Cerrado por carteristas’. Así rezaba literalmente un extraño aviso en plena Torre Eiffel de París colgado a punto de comenzar oficialmente el verano 2015. El cartel, para más detalles, estaba pegado sobre sus taquillas de acceso para advertir de su cierre temporal. No, la causa no era ni una revisión o modernización de sus instalaciones, ni el examen de un bulto sospechoso de contener bomba alguna, ni un ensayo de evacuación del personal en prevención de un incendio. El motivo era, ni más ni menos, que la multiplicación de ladronzuelos y ladrones en los últimos tiempos en la capital francesa.
Por cierto, que nuestros vecinos franceses no andan tan avispados como nosotros en esta materia, de la que venimos recibiendo un master prolongado al menos desde hace una década, y nos las sabemos ya todas. Para emprezar la clarísima diferencia entre los unos –ladronzuelos- y los otros –ladrones-. Es mucho más probable que la naturaleza de los sujetos que pululan por el icono parisino sean de la primera clase , porque la segunda anda , por lo general, mucho más atareada planificando sus golpes , de mucho más calado que los de desplumar a los miles de panolis descuidados que se dan cita cada año por allí entre sus más de siete millones de visitantes.
Picaresca y economía
¡París , oh París! ¡Quien te ha visto y quien te ve! La ciudad del amor se ha convertido en la ciudad del hurto. Y uno que pensaba que esto de aprovecharse del infeliz era cosa exclusiva -o casi- de los habitantes deL’Espagne, como dicen los vecinos del norte. Pues no, hasta la picaresca hemos exportado más allá de nuestras fronteras. Va a tener razón Rajoy cuando dice que ha sido la exportación la que ha salvado la economía patria.
Los periodistas, que no desaprovechan ninguna oportunidad para tirar de archivo y demostrar así que el alcance de la memoria es aún mucho más largo que el de los hábiles dedos de los pícaros, recordaban a renglón seguido que En 2013, otro destino privilegiado de los visitantes parisinos, el museo del Louvre, cerró también sus puertas durante 24 horas debido a una huelga de sus agentes de seguridad. Al igual que los trabajadores de la torre Eiffel, denunciaban el aumento de los robos y la agresividad creciente de los amigos de lo ajeno en las instalaciones del museo.
Claro, que tratándose de periodistas -tan amigo como es el gremio de tirar de ingenio- no habría sido extraño tampoco que hubiéramos encontrado una crónica o un reportaje orientados a demostrar que el origen de esa media sonrisa congelada que tiene La Gioconda bien pudiera ser la prueba del nueve de que esto que ahora se denuncia no es más que la forma actual que adoptan los desmanes que secularmente han ocurrido en París, lo hayan denunciado o no los viajeros de todas las épocas, o los vigilantes de la actual.
Menos mal que hay un plan de protección de turistas en París para este mismo verano. Dicen las autoridades correspondientes que el dispositivo prevé un despliegue de 26.000 policías adicionales repartidos en una decena de lugares turísticos y la distribución de 100.000 guías en ocho idiomas destinadas a aumentar la información y la prevención de los propios turistas.
Claro, que los responsables de este tipo de medidas preventivas tiran de protocolo cuando suceden estas cosas y nos salen diciendo siempre que los robos de carteristas han disminuido un no sé cuantos por ciento desde el inicio del año respecto al mismo periodo del anterior . La estadística , en todo caso, seguirá siendo tan increíble para los turistas de medio mundo que se acercarán también este año a París y que se quedarán tan estupefactos como los trabajadores de la Torre Eiffel o los vigilantes del Louvre que saben muy bien, y de primera mano, que en todos sitios hay de todo y que tampoco los templos de la cultura son garantía de que hasta allí no llega ni la fiebre de lo ajeno, ni los virus infecciosos. Como siempre, lo mejor es vacunarse tanto contra los informes preventivos de las autoridades como de la gripe, aunque tampoco esas sean soluciones infalibles.
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