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Marcas turbias

Marcas turbias

Por Gabriel Elorriaga F.

lunes 29 de junio de 2015, 16:14h
El problema de Pedro Sánchez, que queda bien pomposamente perfilado sobre la bandera constitucional y existencial de España, como es lógico en quien aspira a gobernar a nuestra nación y no a ninguna otra fantasmagoría, no reside en las dudas sobre su sinceridad sino sobre su fiabilidad. Se le achaca su proclividad a los pactos con la extrema izquierda, incurriendo en los viejos errores que antaño desprestigiaron al socialismo español. Quizá es inevitable esa tendencia a dar por bueno cuanto huela a perfume izquierdista. Algo más lejos del perfume progresista está el inquietante populismo de Podemos, contra el cual renegaba antes de las pasadas elecciones municipales. Podemos no se sabe si es una resurrección tardía del viejo comunismo o una versión ibérica de chavismos o syrizismos de fracaso garantizado. Pero todos sabemos que la política hace extraños compañeros de cama y nadie puede exigir a Sánchez que esté vacunado contra tantos precedentes absurdos en la historia de los pactos.

Resulta más esencialmente contradictorio con el abanderamiento de Sánchez su cooperación con elementos expresamente contrarios a la idea de España como comunidad política solidaria y cuyos gestos y objetivos tienden, sin lugar a dudas, a luchar porque la bandera de España deje de ser la bandera de todos. Pero, aun así, cabría pensar en que confíe que la coexistencia en corporaciones multipartitas suavice aristas y aplace conflictos.

Lo peor es que se ha tragado el engaño de que pactaba con unas supuestas “marcas blancas” de Podemos que, ni tan siquiera pueden considerarse versiones estables de Podemos. Podemos es un partido en proceso de consolidación y revisión doctrinal que, por el momento, se reduce a unos círculos de amigos. Por ello ha evitado los riesgos y contradicciones que pudieran derivarse de un compromiso definitivo y definido de sus cuadros. En su insidiosa estrategia destructiva se ha limitado a dar por buenas cuantas ofertas basadas en el malestar, la envidia o el revanchismo se lanzaron a participar en las elecciones bajo diferentes disfraces que ofreciesen a los electores más ingenuos la sensación de aproximarse a un movimiento impreciso de airada protesta. Muchos electores dieron por bueno que aquellos grupos improvisados, sin la menor experiencia en administración local ni el aval de un partido responsabilizado de su selección y antecedentes y de su conducta futura, pudieran ser suficientes para consolidar corporaciones estables. Así nacieron todas esas tropillas que se hicieron pasar, por la tolerancia de unos y la frivolidad de otros, como “marcas blancas” de Podemos.

Pero no eran “marcas blancas” de Podemos ni de nadie, sino unas marcas turbias compuestas por advenedizos con peligrosos antecedentes y sin ninguna homogeneidad como no sea la producida por rencores y frustraciones humanamente comprensibles. Son como los siete enanitos tras las faldas deManuela Carmena o Ada Colau en funciones de nuevas Blancanieves o como ratas tras la flauta de Kichi como nuevo flautista de Hamelín. Los comentaristas crueles hablan de “La Parada de los monstruos” y los benévolos de “frikis”. Nada que tenga que ver con los niveles medios del buen pueblo español ni que ofrezca perspectivas de estabilidad. Son colectivos que más recuerdan el muestrario de complejos de un psicoanalista que la coherencia de unos equipos políticos.

La gran irresponsabilidad y desconocimiento de la más elemental sicología por parte de Pedro Sánchez no son sus pactos de conveniencia –acertada o equivocada- con extremistas, comunistas, chavistas, syrizistas, separatistas y demás colores porque nos gusten o nos disgusten. Lo gravísimo es que ha puesto en el escaparate de España a unas pandillas de insolventes, tragándose la píldora envenenada que le presentó, con retorcida intención, la serpiente de Podemos, quedando el propio Podemos en la reserva y dejando al PSOE comprometido con unas marcas turbias e inestables de las que se desvincularán en cuanto les convenga. El que se ha comprometido con la anarquía, la ilegalidad, la confusión y el psiquiátrico no es Pablo Iglesias sino Pedro Sánchez, por mucho que se estire delante de la bandera constitucional y existencial de España. ¿Se puede confiar el gobierno de España a quien ha sido capaz de facilitar unos pactos con agrupaciones inestables y heterogéneas que, como en el caso de Ahora Madrid, estaba dispuesta a encomendar las llaves de la capital cultural del Reino al concejal de las cenizas de los judíos?
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