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El  escrache hipotecario y el Festín de Baltasar

El escrache hipotecario y el Festín de Baltasar

lunes 13 de mayo de 2013, 23:34h
Curiosa palabra esta del escrache. De etimología incierta, resulta que procede del acervo argentino.  Qué rápido ha cobrado fama y qué eufonía más variada tiene.   Al Presidente del Tribunal Supremo y a algunos jueces más se  les antoja dulce y justa manifestación reivindicativa.  Claro es que no lo han hecho en sus casas, porque el verbo origen del sustantivo  significa romper, destruir, aplastar, en su primera acepción, y fotografiar en la segunda, que es la que acaso les gusta más. Nunca sabremos qué greguería hubiese hecho D. Ramón Gómez de la Serna con el palabro en cuestión, pero si es verdad lo de los  cócteles molotov forrados con velcro para que se sujeten a la ropa, se debería asociar al escrache más con el estrago que con el guirlache. 
La indignación general es tan grande que los escraches parecen reacción lógica, aunque no se explica uno por qué no empezaron antes, quizá en las puertas de los sindicatos por tolerar unas reformas laborales tan vergonzosas en época de ZP, o por qué no se hacen unos cuantos en la puerta de Rubalcaba, que ha convertido al PSOE en una sacristía decadente y cada vez más vacía, de la que no se quiere marchar ni a rastras.  Así está el Gobierno, sin alternativas ni más ideas que evitar el rescate, viviendo del pánico de la oposición; mientras el "barco en que vamos todos" que dice Rajoy, tiene cada vez la bodega de carga más vacía y con más problemas de estiba, y la de pasaje llena de mercancía clandestina, a la par que un puente demasiado grande para unas máquinas con tan poco combustible.  Desengañada de todo, la mayoría de la gente está demasiado ocupada en pagar su Hipoteca, la de sus hijos, la de sus padres o la de sus parejas, para ir al escrache a gastar el resuello denunciando que la Administración nombrada a dedo no adelgaza al mismo ritmo que los administrados. La familia, al final, es lo único que nos queda. 
En Castilla y León, por fin, la Audiencia de Burgos se acuerda de la Jurisprudencia Europea para dictar una doctrina que recuerda la de los swaps. Hay que analizar si la hipoteca era o no abusiva antes de  proceder al desalojo.  Ya han tardado en decir algo  así en pleno letargo judicial del Derecho del Consumidor.  Al menos la cantidad de muertos que queden en el camino será algo menor a los que hayan quedado cuando el TC -si es que se atreve- declare inconstitucional el tasazo de Gallardón. 
Con todo, no es bastante. Porque lo sucedido con las hipotecas se asemeja a una fábula sobre lo que hacemos en época de vacas gordas, sin otra moraleja que un estéril escrache.  Si en nuestro particular Festín de Baltasar nadie leyó las letras de fuego, el escrache parece seguir escribiendo su mane, tecel,  fares específico y dirigido a los bancos. No es suficiente examinar lo abusivo de las hipotecas antes del lanzamiento. Porque antes, durante y después de esta crisis, dentro y fuera del juzgado, hubo, hay y habrá fraude o abuso en esta materia. 
En el pasado lo hubo con la connivencia del Gobierno y el  Banco de España y también la aceptación suicida de los hoy afectados, al establecerse como una práctica común la sobretasación del bien y  con ello, el otorgamiento de una carga demasiado pesada sobre un inmueble que no la valía. El resultado ha sido que desde el punto de vista legal, la hipoteca se ha desvirtuado, escrachado sería decir mejor, con muy malas consecuencias.  Si el principio elemental de la Hipoteca es garantizar una deuda con un bien que la cubre, de modo que el  bien ejecutado tras el impago paga la deuda, pudiendo quedar hasta un sobrante, esto no sucede hoy nunca. Así, son plétora las hipotecas sin cláusulas abusivas, pero que se fundan en falsas valoraciones y serían por tanto nulas de pleno derecho. 

Llegado el día de hoy,  no hemos metido a Peritos, Directores de Banco y Consumidores en la Cárcel por falsificadores. En lugar de ello, la Hipoteca escrachada ha terminado por convertir a los Bancos en los primeros subasteros del País.  Como quiera que se subastaban bienes que no valían la deuda que cubrían, estalló la burbuja. Pero los bancos, como siempre, hallaron la manera de librar el chaparrón y encima hacer dinero. En lugar de adjudicarse  el bien en pago de la deuda, constituyeron sociedades inmobiliarias con el propósito de quedarse los pisos en la última subasta, por un precio irrisorio y dinero del propio banco. El nuevo resultado, ya producida la ejecución, ha sido que la gente se ve privada de la vivienda, pero con una deuda multiplicada que no podrán pagar sus hijos ni sus nietos. Y el Banco, de un bien que valía la mitad de lo que fue tasado, tiene ahora una casa vacía, que puede vender, y un crédito a su favor por el doble de lo que nunca valió y que tal vez pueda cobrar multiplicado en el futuro si hay recuperación económica, frustrando cualquier voluntad de salir de la miseria a todo aquel que no haya emigrado. El negocio del siglo construido en el aire. Todo un país necio, confundiendo valor con precio. 
Lo más sorprendente de esta moraleja, es que todos los participantes en esta farsa pagan el pato menos los bancos. No acabo de comprender por qué debe rescatarse a toda esta pandilla a base de impuestos, permitiendo que la gente las pase canutas para poder  dar liquidez a los bancos, más ricos en bienes que nunca, y  poniendo incluso en riesgo la confianza de toda la ciudadanía en nuestro sistema democrático y político.  La posibilidad de que todo esto funcione no radica sólo en examinar judicialmente cláusulas abusivas,  ni tampoco en crear políticamente la unión bancaria. Debe haber una contrapartida que justifique el doble esfuerzo ciudadano. Quizá la hiciese posible una inspección general de las ejecuciones hipotecarias, y cuando proceda, declarar la condonación y archivo de las ejecuciones personales que deriven de aquéllas. Si no se hace,  la ciudadanía que primero perdió la vivienda y después rescató a los bancos, observará perpleja  que seguirá teniendo que pagar una deuda astronómica;  dejará de pagar impuestos y los escraches empezarán a ser algo más que una anécdota.  
Este negarse a pagar impuestos ante la ausencia de contrapartidas llevó en su día a Argentina a un pozo del que aún no ha salido. No en vano, el escrache es palabra de su acervo. Claro, como el corralito. 

Daniel Muñoz Doyague. Abogado y politólogo. 
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